martes, 30 de diciembre de 2014

Juan Rodríguez, narrador del cuento “El baúl de la abuela”






L.M.A.

Juan-Vicente Rodríguez López nace en Valencia, en 1938, durante  un momento conflictivo en el país: la guerra cicil de 1936-39. Estudia el bachillerato en Madrid, Marketing en U.S.A. Trabaja como P.M. en Nixdorf Co. y Jefe de Ventas en General Displays. Actualmente reside en Madrid. Le ilusiona escribir. Amenaza con escribir sobre sus andanzas. 


Relato

El BAÚL DE LA ABUELA

                        Hacía ya algunos años que no subía aquellos empinados escalones. La abuela Juana había fallecido. Su cadáver fue incinerado y el albacea solucionó con facilidad su última voluntad. Mis padres murieron en un accidente, siendo yo muy niño, así que esta casa y todo lo que contiene es ahora de mi propiedad. Decidí subir a la buhardilla. Tiene tantos recuerdos de mi infancia. ¡Cuantos juguetes, junto con mis horas de rebeldía juvenil y soledad adolescente.

                       Al entrar reparé en el baúl de la abuela. Nunca nos dejo abrirlo. Mirándolo con cariño me senté a su lado y apoyé mi mano sobre sus desgastados herrajes. Las imágenes de aquella dulce y generosa anciana pasaron velozmente por mi mente. ¿Por qué nunca  nos permitió abrir aquel baúl ? ¿Que podía  ocultar? Una fuerza interior, algo dentro de mí me impedía levantar aquella tapa ligeramente curvada. ¿ Era respeto? En mi ánimo sentía como si fuera a desnudar a la adorable anciana. Una vez, con su dedo índice levantado y una mirada firme y fija en mí, me dijo: No abras nunca este baúl. Créeme no debes abrirlo, no será bueno para ti. Si algún día tienes hijos y nietos lo comprenderás. Aquella firmeza al hablar  se veía confirmada cuando me hablaba de los pecados….No creas lo que dicen de los siete pecados capitales. Los tiempos han cambiado y hay muchos más nuevos y estos viejos se pueden perdonar sin escrúpulos. Fíjate en la lujuria, aunque la iglesia dice que el amor solo se debe hacer para procrear, ya me hubiera gustado que tu abuelo hubiese sido mas… lujurioso conmigo. La lujuria con la propia esposa es más una virtud que un pecado. Y ¿que decir de la gula? En estos tiempos, sentir satisfacción al comer, disfrutar de una jugosa  comida tiene que considerarse como algo bueno, nunca como un pecado. ¿Y la pereza ? Que te parece una buena siesta?  Y de este modo fue desgranando los conocidos siete pecados. La ira, finalizó, que en algún momento en que seamos atacados  podría salvarnos la vida…

                  Es curioso, pero al recordar estas conversaciones con mi querida abuela Juana, cierto desasosiego se fue apoderando de mí. ¿Como era posible que una mujer tan mayor defendiese estos pecados con argumentos tan certeros que hasta a mi me convencieron?  Nunca  había sido muy religiosa  pero, después de hablarme de esto, no puedo olvidar que nombró nuevos e importantes pecados.  Habló de la corrupción, sin nombrar a nuestros políticos, alcaldes y concejales, ¡que horror! y se refirió a la pederastia, delito deleznable y así me abría con frecuencia su corazón y yo supe que era justa y ecuánime y que gustaba de formarme como ser humano preocupado por sí mismo y siempre por sus semejantes.

                 En el baúl era posible que se encontrará un diario que hubiera escrito en su juventud o quizás cartas de amor a alguien ignorado por mí. Algo muy intimo, muy personal y que ella, en vida, no quiso nunca compartir conmigo. Tome una decisión. De momento no abriría este baúl. Por respeto y por mi profundo amor por mi querida abuela.

                   

2 comentarios:

PILARATAF dijo...

Enhorabuena, Juan, un bonito y entrañable cuento.
Un abrazo

Franziska dijo...

Estoy muerta de curiosidad. Esta historia no puede acabar así. Alguien tendrá que abrir el baúl. Lo más interesante está por venir, entretanto hay que imaginar que si dejó algo comprometedor dentro, fue porque no quiso destruirlo porque, en definitiva, quería legar ese testimonio. Y podemos imginar mil cosas que calló por salvar la paz de la familia. Interesante historia que aguarda su final.