lunes, 21 de marzo de 2011

CATEDRAL-MEZQUITA DE CÓRDOBA



Joan Oliver i Torrents.



El vuelo de Palma de Mallorca a Sevilla fue cómodo y agradable: Mar, mucho mar, costa peninsular, tierras, ciudades, montañas, ríos, pueblos, pueblos blancos –alguno acariciado por su río-, y el aeropuerto que nos surte de suelo, coche y autopista.

Nos apetece un descanso que realizamos merendando en al Parador de Carmona.
Magnífico Parador; arquitectura medieval, vistas panorámicas, patios, fuentes, decoración original y un educado servicio. Hemos aprovechado los momentos vividos en este monumento que fue alcázar del rey Pedro I el Cruel.
Carmona; empinada, romana, mora y cristiana. Sin prisa y con todos los sentidos, la paseamos. Calles, callejuelas, colores, tapias, murallas y llanuras. Plaza de San Fernando, antiguo Ayuntamiento renacentista, Iglesia de Santa María la Mayor, conventos, muchos conventos,…, Carmona.

Seguimos el viaje, Écija a la vista. Moderna y andaluza. ¿Torres?, ¿iglesias?, ¿calles?, es difícil la elección para principiar. De ser pájaro elegiría las torres; muchas, barrocas, bellas y llenas de vistosos azulejos. No lo soy, verlas me esta permitido desde tierra. Admiro su belleza, sus líneas, a sus arquitectos, a sus promotores y a los artesanos que las hicieron. Es obligado. Contemplar sus respectivas once iglesias y recorrer sus calles es conocer Écija. Es el legado de unos hombres a los que hay que reconocer y valorar su sensibilidad artística y religiosa.
Se lo merecen.

Córdoba. Córdoba soñada desde hace mucho tiempo.
Alcázar de los Reyes Cristianos. Espacio de incalculable valor histórico, por ser sede de los primeros encuentros entre los Reyes Católicos y Cristóbal Colón. Encuentros que acabaron con el Descubrimiento de América.
Llegamos de noche. Sorprende la mucha iluminación en sus avenidas.
Córdoba; romana, judía, musulmana, cristiana. Andaluza.



Barrió judío. Por favor, cámbienme, ahora, sus bellos faroles eléctricos por otros con velas. No vivo en el dos mil y pico, vivo en el mil y poco; Callejuelas –blancas, todas blancas-, plazas, plazuelas, monumentos a amigos –romanos, judíos, musulmanes y cristianos-, patios, cancelas, azulejos, fuentes, …, tiempo para soñar. Restaurantes, nos acomodamos en uno y la noche es casi perfecta. Repetimos y acertamos.
De día; blanco, verde, azul, madera, colores y todos los colores.
Casa árabe. Sus aromas, su disposición doméstica, su comunión con el agua hermana y sus recuerdos la hacen bella.
Casa sefardí, dedicarle tiempo es conocer mucho; su arquitectura, organización, mobiliario e historia de judíos y conversos. Judíos y conversos que aportaron tanto a nuestra España. Sorprende, por su número y valor, la cantidad de nombres descritos en sus paredes: hombres y mujeres que son parte importante en nuestra cultura, religión e historia.
La Sinagoga, pequeña y muy ilustrativa.

La Catedral-Mezquita-Basílica de Córdoba:
En su solar se levantó, a mediados del siglo VI, una basílica dedicada a San Vicente mártir.
El emir Abderramán I, Abd ar-Rahmán (731-88), destruye la construcción cristiana y levanta la Mezquita.
Fernando III el Santo, de León y Castilla (1199-1252), reconquista la ciudad (1236) y dispone que la mezquita sea dedicada a Santa María Madre de Dios. Hecho que me recuerda Santa Sofía, de Estambul, que paso del rito cristiano al musulmán.
Quien no ha estado en la Catedral-Mezquita de Córdoba, no puede imaginarse la antesala del Cielo.
Antes de llegar se viven sensaciones judías, árabes, cristianas,…, andaluzas.
Entramos por la Torre del Alminar (93 m. de altura) -antiguo minarete-, Puerta del Perdón –mudéjar 1377-, y el Patio de los Naranjos. Naranjos, muchos naranjos y patio utilizado para lavarse antes de entrar a orar.
Iniciamos la visita sumiéndonos en un bosque de columnas –más de 850 de diversos materiales procedentes de construcciones romanas y visigóticas-, de arcos, dobles arcos, de colores…. ¿Estamos en la antesala o en el Cielo?
Hubo ampliaciones que se notan en las columnas, en sus bases, en sus capiteles y en los materiales utilizados.
Embriaguez de colores, formas, y religiosidad.
Belleza y perfección que nos acercan al Dios único. Para Él fue construido y para Él ha sido conservado y utilizado.

Muy alto sentido religioso inspiro a los que la erigieron, a los que la conservaron y a los que mantienen tan grandioso monumento. Hasta el Mihrab -Alhakén II s. X-, podemos contemplar hoy.
Lástima no haber conservado la antigua Basílica.
Haber construido la Catedral cristiana en la Mezquita, guardando casi intacta su fábrica, es una de las maravillas de la Catedral- Mezquita. Hay que admirar el trabajo de conservación de columnas, arcos y elementos arquitectónicos, desarrollado en la construcción de la Catedral. Se conservaron, y hoy lo vemos, elementos musulmanes en común unión con paredes y techos catedralicios, formando y sosteniendo un único templo. Paredes cristianas abrazando, abrazos de amor, las columnas primitivas. Visión impresionante que hay que contemplar, disfrutar y valorar. Es puro amor a la belleza, al arte, a la cultura y a la historia que estas paredes testifican. Catedral-Mezquita de Córdoba, templo al Dios único, erigido y conservado por un pueblo culto.

Para mí es tan importante la conservación de elementos musulmanes, por los cristianos, como la construcción de la Mezquita.

Infinidad de templos cristianos, sinagogas judías y mezquitas musulmanas han desaparecido de nuestra España, del mundo. Con ello ¿somos más judíos, más musulmanes o más cristianos? La respuesta, creo, es negativa.
Con las tres religiones, al orar, hablamos a un mismo Dios.

1523 se inicia la construcción de la Catedral patrocinada por la familia Hernán Ruiz.
Para valorar la construcción de la Catedral, dentro de la Mezquita, debemos recordar lo acontecido con otras edificaciones religiosas habidas en nuestra España.
Cada construcción realizada sobre otra, tenía, para sus promotores, la impronta de ser más bella, ser testimonio de victoria, motivo religioso, social,… Esta justificación ha ocasionado infinidad de atentados artísticos en muchas obras de arte, que eran patrimonio del pueblo. Hoy no podemos analizar, con mentalidad del siglo XXI, si se acertó con estas decisiones. Para la mentalidad, sentido político o religioso, de tiempos pasados, debió ser una conducta normal. No es mí interés analizar dichas conductas.
Lo que me mueve a escribir, ahora, es valorar lo que se hizo: Conservar en el estado actual la Catedral-Mezquita de Córdoba.
En 1236 Fernando III reconquista la ciudad. No destruye la Mezquita.
En 1523 se inicia la construcción de la Catedral. No se echa abajo la Mezquita.
¿Qué ideas o mentalidades propiciaron tan notables decisiones?
¡Las de un pueblo sabio¡ Los ciudadanos e Iglesia de Córdoba. No uno en particular. Todos son coautores de los hechos de sus antepasados.
Basta recordar que este pueblo dio filósofos como Séneca, Averroes, Maimônides. Santos como San Pelayo, San Álvaro… Poetas como Juan de Mena, Góngora… Político-militar como Gonzalo de Córdoba, el Gran Capitán, e incluso, grandes toreros. Personalidades de distinta ideología y religión.
Córdoba ha demostrado ser un pueblo sabio, culto. Pueblo que por sus decisiones hay que valorar: La no destrucción de la Mezquita.

Si Abderramán I inicia la construcción, y Abderramán II, Alhakén II y Almanzor la amplían, debemos valorarlo y recordarlo por ser realidad. ¡La antesala del Cielo! Mas su obra pudiera haber desaparecido.
El que hoy podamos admirarla es mérito de sus iniciadores y de un pueblo – iglesia y ciudadanos-, que a partir de Fernando III tuvieron poder decisorio. Poder que supieron emplear para bien de la religión, del arte y del patrimonio universal.

Tres ejemplos cercanos: Basílica de San Vicente mártir y Medina Azahara, en Córdoba, (Medina Azahara, ciudad califal, inicia su construcción Abderraman III 912-66 y la amplia su hijo Alnakén II. En 1010 la arrasan los beréberes), y la mezquita que ocupaba el solar de la actual Catedral de Mallorca. Las tres obras fueron demolidas.
Podemos vislumbrar la grandiosidad y belleza de Medina Azahara en el Centro de Interpretación, en parte a la reconstrucción que se lleva a cabo, por documentos y en restos encontrados. Superaría en belleza y grandiosidad a la Catedral-Mezquita. Nada podemos ver de las otras dos edificaciones. Así acaeció en muchísimas obras de incalculable valor.

La Catedral-Mezquita de Córdoba es un ejemplo a seguir. Conservemos y adaptemos, como ha hecho el pueblo de Córdoba con su Catedral-Mezquita, todo el patrimonio que los antepasados nos transmitieron. A los ciudadanos de Córdoba pertenece el honor, mérito y satisfacción de ser dueños de su Catedral-Mezquita.

Si Fernando III hubiese destruido la Mezquita, si al construir la Catedral o en épocas posteriores la hubieran echado por tierra, hoy no nos enriqueceríamos con ella. Debemos valorar, su conjunto religioso-histórico-cultural, como obra maestra de sus iniciadores, pero más, pienso, estimar y valuar el mantenimiento de la misma y como ha llegado a nuestros dias.
En toda la existencia de nuestra cultura ha habido, y aún hay en los siglos XX y XXI, verdaderos aniquilamientos de obras de arte de infinita importancia.

No hay justificación posible al derribo de un monumento para la construcción de otro, aunque se quiera demostrar el mayor mérito del que sustituye. El mundo es muy grande, España es muy grande, Córdoba es muy grande,..., y caben los antiguos y los nuevos tesoros.

Hoy no podemos enriquecernos con la contemplación de la Basílica de san Vicente mártir. Si, podemos hacerlo, con la Catedral-Mezquita de Córdoba.

Conservemos nuestro patrimonio, somos sus propietarios y herederos. Mañana deben recibirlo y disfrutarlo nuestros descendientes.

Pueblo e Iglesia de Córdoba, amos de la Catedral-Mezquita de Córdoba. ¡Enhorabuena!


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